Las bibliotecas. El almacén de los secretos

Se dice que nadie conoce las bibliotecas hasta que las explora por dentro una primera vez. Dicho así, esto podría parecer sencillo, y de hecho, lo es. Pero al hombre, que no deja de ser un animal tozudo e infortunado bien por desconocimiento, por pereza, o por el frenetismo impuesto por la sociedad actual, le cuesta de sobremanera sentarse unos cuantos minutos a dejar que una biblioteca le muestre lo que esconde en sus entrañas.

Y es que el silencio de una biblioteca atrapa a quién se propone disfrutarlo. Es un mundo callado que te permite viajar sin imponerte ninguna meta. No hay límites. Pasa, busca, siéntate y disfruta. Tan sencillo como costoso. Tan plácido como difícil.

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Image by Peter H from Pixabay


Rincones de sabiduría.

El secreto reside en no cansarte de aprender, de saber o de interpretar. La vida nos sorprende cada día con cosas buenas y malas. Disfrutemos de las buenas aprendiendo de los libros, defendámonos de las malas de la misma manera. Tan solo se necesita pasar la primera página tras la portada.

El libro nos cuenta la historia, nos enseña lo que debemos hacer en cada circunstancia, a veces en el momento indicado, otras a destiempo. En cualquier caso, si visitas una biblioteca, siempre la encontrarás repleta de ellos y la probabilidad de que aprendas las cosas a tiempo sube considerablemente su porcentaje si eres asiduo al lugar.


Las bibliotecas físicas o las virtuales

Todas valen. Absolutamente todas. Aunque en los dos primeros párrafos de este post dejo bien claras mis intenciones. De hecho estas palabras son perfectamente adaptables a los dos modelos.

Los ingredientes son muy sencillos, silencio y libros. La tecnología ha conseguido que con el paso de los años podamos tener ambos ingredientes en el salón de nuestra casa, al lado de la cocina, en un autobús nocturno e incluso en el cuarto de baño.

Me decanto por las físicas. Respeten mi opinión por favor. Soy un romántico para prácticamente todo lo que hago, mucho más para aquello que me apasiona. Me gusta llegar, tocar, pasear, andar, oir el crujir de la madera en medio del silencio. Es un ritual, lo se. Puedo afirmar que es de los pocos sitios en los que no me importa esperar una larga cola para recoger o entregar un libro de préstamo.

Las bibliotecas nunca cierran

Y aunque el tacto de un libro siempre me agradará mucho más que el de una pantalla, por lo menos hasta hoy, he de reconocer que lo importante está escrito en las páginas. Es un símil anaranjado, la cáscara tiene utilidad en cierta manera, pero la gran mayoría busca el zumo.

Incluso para quién desprecia un libro siempre podrá calzar una mesa o utilizarlos para llegar a un peldaño superior. Es una cualidad natural del libro, nos ayuda a equilibrarnos o nos da el empujón necesario para llegar a lo más alto.

La gran suerte de nuestro siglo es que ahora las bibliotecas nunca cierran. Y eso, amigos, hay que agradecérselo a la tecnología, pero sobre todo a los libros.

Sed felices 😉



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